El 14 de abril, el observatorio barcelonés de Fabra superó los 29 grados de temperatura. Es decir, batió el récord de temperatura máxima en un mes de abril desde 1914, cuando empiezan los datos oficiales. Menos de diez días después, la mínima estaba 4,5 grados. Es decir, en poco más de una semana, la ciudad condal pasó de un «fin de semana veraniego» a «un frío completamente invernal».
Y lo curioso del asunto es que, mientras la sociedad se acostumbra poco a poco al calor, los episodios de frío resultan muy polémicos. ¿Cómo es posible que en pleno «calentamiento global» tengamos días invernales a finales de abril?
La respuesta es más sencilla de lo que parece. Y es que hablamos de cosas distintas. Y es que, como explica González Alemán, «la diferencia es que los periodos fríos tienden a ser cada vez menos frecuentes e intensos. De hecho, este episodio [el de los últimos días] no es para nada extremadamente raro. Ha ocurrido un 2-10% en las últimas década».
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