En 2014, Ivanpah debutó como el buque insignia de una nueva era en energía solar. Una megaestructura en el desierto de Mojave, impulsada por más de 300.000 espejos y una inversión descomunal, aspiraba a revolucionar el sector. Diez años después, el proyecto enfrenta un cierre inevitable, sepultado por sus propias promesas incumplidas y el avance imparable de la tecnología fotovoltaica.
Ubicada en el desierto de Mojave, Ivanpah fue concebida como la central termosolar más avanzada del mundo. Su tecnología, basada en helióstatos que dirigían la luz solar hacia torres de agua para generar vapor, parecía salida del futuro. Con capacidad para abastecer a 140.000 hogares y un coste de más de 2.000 millones de dólares —1.600 provenientes de ayudas gubernamentales—, el proyecto fue lanzado como símbolo de innovación y sustentabilidad.
Sin embargo, la complejidad técnica no tardó en revelar sus limitaciones. La sincronización de sus miles de espejos presentó desafíos constantes, lo que dificultó un funcionamiento eficiente. Jenny Chase, analista de BloombergNEF, lo resumió de forma contundente: “Este tipo de sistemas son técnicamente difíciles de controlar”.
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