En un mundo donde la tecnología y, más precisamente, la Inteligencia Artificial (IA) se encuentra cada vez más integrada a nuestra vida cotidiana –al tiempo que consume enormes cantidades de energía para poder ejecutarse–, resulta indispensable elaborar estrategias y escenarios propicios para que ésta pueda desarrollarse de manera responsable en todo su potencial, es decir, teniendo en cuenta también su impacto social en las comunidades y en el medio ambiente donde mantiene sus operaciones.
La mayoría de los sectores productivos ya implementan la IA para contar con análisis de datos precisos, automatizar procesos, mejorar la seguridad y eficientizar su rentabilidad, entre otros aspectos. Como es de esperarse, son las grandes empresas las que llevan la delantera en esta materia: más del 60% de las compañías que cuentan con más de 10.000 empleados y más del 50% de las que tienen 5.000 empleados ya tienen implementaciones en marcha con IA. Y con respecto a los sectores que utilizan esta tecnología con mayor intensidad, se encuentran a la cabeza el manufacturero y el de la salud, seguidos muy de cerca por la industria de la información, según una encuesta elaborada por MIT Management Sloan School a fines del año pasado.
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