Eficiencia energética: la clave para una infraestructura sostenible baja en CO2

De acuerdo con el Banco Mundial puede decirse que, luego de dos años de pandemia, se espera que el PBI de América Latina y el Caribe logre revertir las pérdidas provocadas por la crisis de COVID-19. En paralelo, es imprescindible poner en marcha una serie de reformas que sean capaces de impulsar un crecimiento dinámico y sostenible en la región, más allá de las incertidumbres dadas por el aumento de presión inflacionaria, un posible rebrote de coronavirus y la guerra en Europa, que pone en jaque a la economía mundial.
América Latina y el Caribe tienen aquí un enorme potencial dado por sus energías renovables, reservas de litio y cobre cada vez más valoradas para la transición energética. Aprovechar estas oportunidades, requerirá ser capaces de implementar tecnologías sostenibles, bajas en carbono, por ejemplo. A fin de respaldar los esfuerzos mundiales realizados hasta la fecha para mitigar el cambio climático, la UE ha fijado objetivos vinculantes relativos al clima y la energía, y ha propuesto reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 80 %-95 % de cara al 2050. En Argentina, sin ir más lejos, el Ministerio de Desarrollo Productivo anunció, recientemente, el programa PyMEs Verdes, a través del cual se destinará $3.600 millones para fomentar la implementación de procesos productivos circulares.
La carbono neutralidad es un tema que interpela a la industria como uno de los sectores que tiene mayor poder de transformación hacia un desarrollo sostenible. Energía, agro, logística y transporte son tres sectores claves a nivel emisiones. ¿Cuáles son las estrategias que pueden implementarse? Como primer paso para la transición energética están las energías renovables; mientras que en segundo lugar, se encuentra la posibilidad de apalancar una infraestructura sostenible con impacto a largo plazo.
Utilizada, principalmente, para calefacción, electricidad, transporte e industria. La energía representa alrededor de dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si bien, todo cambio requiere una inversión; en muchos casos, estos equipos se amortizan rápidamente gracias al ahorro de energía que conllevan, claramente visible en la factura de electricidad. A una escala muy pequeña, puede pensarse en las bombillas tradicionales y en las luces LED. No hay duda de que las últimas son más caras, pero duran muchos años más que sus predecesoras y consumen mucha menos energía. Lo mismo ocurre con otras muchas inversiones ecológicas, pero a una escala mucho mayor.
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