El cambio al amoníaco como combustible marino, con el objetivo de la descarbonización, puede crear problemas completamente nuevos. Así lo demuestra un estudio de la Universidad Tecnológica de Chalmers en Suecia, donde los investigadores llevaron a cabo análisis del ciclo de vida de las baterías y de tres electrocombustibles, incluido el amoníaco. La eutrofización y la acidificación son algunos de los problemas ambientales que se pueden atribuir al uso de amoníaco, así como a las emisiones de gas de la risa, que es un gas de efecto invernadero muy potente.
En la búsqueda de combustibles marinos viables y libres de combustibles fósiles, el amoníaco ha estado en la agenda durante varios años como una de las alternativas más fuertes. Amoníaco (NH3) es un combustible libre de carbono y tiene la ventaja de una mayor densidad energética que, por ejemplo, el hidrógeno. También se puede licuar con bastante facilidad, aunque es un gas en condiciones estándar. Sin embargo, una desventaja significativa es que la producción de electroamoníaco, que requiere electricidad, es muy intensiva en energía.
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