En un escenario energético cada vez más dinámico, Argentina se encuentra en una encrucijada: ¿cuál será la fuente de energía dominante para impulsar su desarrollo sostenible? Dos contendientes emergen como protagonistas principales en esta narrativa: el hidrógeno y el litio.
El litio ha sido durante mucho tiempo el favorito en la carrera por la transición energética, impulsado por su papel fundamental en la fabricación de baterías para vehículos eléctricos y sistemas de almacenamiento de energía. Argentina, con sus vastas reservas del mineral en la región de la Puna, ha sido testigo de un crecimiento significativo en la exploración y extracción de este recurso.
Tomando el período 2010-2022, el país obtuvo alrededor de USD 500 millones en inversiones para proyectos de exploración de litio, representando 22% de las inversiones totales a nivel mundial; superando a Estados Unidos (16%), Australia (15%), Canadá (12%) y Chile (9 por ciento).
Además, Argentina, es el país con la tercera concentración de recursos con 19%; detrás de Bolivia (24,2%) y de Chile (21,9%) y con un posicionamiento marcado de acuerdos comerciales estratégicos con China, principal productor de baterías de litio y con un gran mercado consumidor, lo cual nos proporciona una ventaja competitiva respecto a los países vecinos, según datos del informe “El mercado de litio” actualizado a mayo de 2023 de la Comisión chilena de cobre.
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