En el 2016 fui invitado a Chile como parte de un programa organizado por ambas Cancillerías para hablar de la integración energética en la región. Desarrollé el teorema de las 3R de la integración energética.
La primera R, redes en común. Destaqué que ya nos unían con Chile 7 interconexiones de gasoductos, un oleoducto y una interconexión eléctrica. La segunda R, recursos en común. Subrayé entonces la potencialidad que ofrecía Vaca Muerta y la complementación con las energías renovables que desarrollaba Chile. Por último, la tercera R, reglas en común. Enfaticé que la integración física no se traduce en negocios e inversiones de largo plazo si no hay una agenda de convergencia regulatoria que de escala regional a los mercados energéticos domésticos.
En esta última R es clave la voluntad política. Finalizada la exposición, era evidente en la audiencia un escepticismo generalizado que un diplomático chileno me tradujo apelando al refrán: “con el gas argentino, ya nos quemamos con leche, ahora vemos una vaca -que ustedes llaman muerta- y lloramos”.
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