Con el lema “drill, baby, drill” (“perforar, bebé, perforar”), Trump anunció un ambicioso plan para incrementar la producción de hidrocarburos en Estados Unidos, eliminando restricciones previas. Esto derivó en una caída inmediata en los precios del petróleo y el gas, impactando no solo la economía norteamericana, sino también a países exportadores como Argentina, que dependen de sus recursos energéticos.
El sector energético argentino podría experimentar tanto beneficios como riesgos. Por un lado, el abaratamiento del crudo podría reducir los precios de los combustibles, aliviando presiones inflacionarias en el país. Sin embargo, la baja en los precios internacionales pone en peligro los ingresos generados por las exportaciones de Vaca Muerta, que representaron un 30% del superávit comercial en 2024.
Emilio Apud, referente energético del PRO, destacó el posible impacto positivo en la inflación local gracias a la baja del barril. Según sus proyecciones, el precio del crudo, que ronda los US$ 82, podría caer por debajo de los US$70 en 2026, dependiendo de factores como la guerra en Ucrania. No obstante, esta disminución podría generar problemas para la balanza comercial.
Apud señaló que el oleoducto Vaca Muerta Sur, actualmente en construcción, permitirá exportar hasta un millón de barriles diarios. Pero si el precio del crudo se mantiene bajo, los ingresos por estas exportaciones se verán severamente afectados.
El impacto no se limita al petróleo. El gas natural licuado (GNL), una de las grandes apuestas de Argentina para diversificar sus exportaciones, también enfrenta desafíos. Estados Unidos, con planes para aumentar su capacidad de producción de GNL, podría saturar el mercado, complicando la competitividad de los proyectos argentinos en este sector.
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