Vaca Muerta revive la esperanza de Argentina

En un desierto azotado por el viento al suroeste de la Argentina, tubos de acero negro del tamaño de un autobús escolar se extienden en línea hacia el horizonte.
La escena es la señal más clara de que uno de los mayores yacimientos de shale del mundo tiene por fin la oportunidad de cumplir sus promesas.
Los trabajadores de la formación Vaca Muerta están construyendo un gasoducto de 573 kilómetros que transportará gas natural desde el remoto norte de la Patagonia hasta las ciudades y centros industriales del este de la Argentina.
El proyecto, junto con la ampliación prevista de un gasoducto en la misma zona, ayudará a aliviar los cuellos de botella que han asfixiado la producción de los combustibles fósiles que el país necesita desesperadamente para apuntalar su economía.
Aunque en los últimos años la industria energética argentina ha tenido muchos falsos amaneceres, la construcción del gasoducto representa un avance irrefutable hacia un objetivo muy perseguido: reducir la dependencia del país de las importaciones de combustible y, tal vez, recuperar el estatus que tenía hace 20 años como un exportador de energía clave a nivel global.
El progreso en Vaca Muerta se produce mientras la producción de shale de Estados Unidos aumenta a un ritmo más lento, la guerra en Ucrania perturba el mercado mundial del gas y los centros mundiales de crecimiento de la producción de petróleo se desplazan a América del Sur, incluyendo Guyana y Brasil.
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